Amo Cuchá

«Amo Cuchá» surge como evolución natural del proyecto «Del Tirón»/«Urulario y Gabaldón», entre la bailaora y el trío de improvisación libre Urulario, estrenado en la Bienal de Sevilla de 2014. Si entonces el lenguaje contemporáneo del trío Urulario se unía al lenguaje flamenco con el baile de Angeles Gabaldón, mediante la improvisación colectiva, en «Amo Cuchá» se da un paso más allá en esta unión con la incorporación del cante de José Méndez.

 

En Amo Cuchá no hay estructuras fijadas de antemano ni necesidad de respetar las jerarquías habituales entre baile, cante y música, si no que éstos se relacionan y crecen espontáneamente disfrutando de una autonomía que es inusual en el flamenco. Una situación nueva y apasionante para cada uno de los artistas, la cual les obliga a una negociación constante y a confiar en su capacidad para relacionarse espontáneamente por encima de las diferencias de lenguaje.

 

El oído del espectador va a multiplicarse por mil, el de los artistas ya lo ha hecho. Dentro de la cueva escucharemos que una bata de cola suena, que una bailaora respira.

 

«Urulario nos introduce en una cavidad mineral donde el agua, el viento, el eco, las vibraciones, oscuridad y luz interaccionan entre sí. Como espectadores no tenemos elección, estamos inmersos en un espacio onírico. Una vez dentro de ese espacio la voluntad de danzar de la bailaora no nos pasará desapercibida. El valor para introducirse en esa cavidad natural reconfortará al auditorio para seguir avanzando. La escuela de baile a la que Ángeles pertenece no pretende imponerse al acompañamiento, en el terreno creado por Urulario esta adaptabilidad es un valor.

 

El oído del espectador va a multiplicarse por mil, el de los artistas ya lo ha hecho. Dentro de la cueva escucharemos que una bata de cola suena, que una bailaora respira.

 

El cante primitivo es utilizado como el fuego para apropiarse del espacio. Convertir en orgánico ese reino mineral. Con el cante de José Méndez nos sacamos la humedad del cuerpo, nos secaremos y llegaremos a hacer nuestras esas paredes.

 

El cante primitivo sin guitarra permite impregnar las paredes con los pigmentos que han humanizado tantos espacios, hostiles pero apropiados. Cantes que nos permiten recogernos en entornos no controlables. La familia de los Méndez, familia de pescaderos, conoce la fuerza del cante en una lonja entre cajas de pescado, las familias fragüeras también saben de lo que estamos hablando, las sagas que han trabajado en el campo… todas ellas conquistan con estos cantes lugares en principio hostiles.

 

El baile de Ángeles va a empezar a responder a ese componente cultural que supone el cante, partiendo de esa primera inmersión chamánica que realiza en la cueva ofrecida por Urulario».

 

David Villarán